Fútbol para todos, menos para mi.

Colgué el teléfono y me temblaba la mano, deben ser los primeros síntomas de abstinencia.

Hace 21 días que no juego al fútbol y ya se que no voy a hacerlo durante los próximos siete, eso suma un total de 28 días sin patear la pelota. No sé cuánto tiempo más pueda soportar antes de pegarme un tiro en las bolas. Advierto que de no jugar el próximo domingo, esa será la única alternativa.

Suertudo. Yo también quiero jugar.

Lo peor de todo es que con el de hoy, ya van tres partidos que por algún motivo no puedo jugar. El primero, entro a la cancha y en la primer jugada pumba, un amigo se come un codazo que le parte la ñata. Tuve que llevarlo al hospital, obviamente no jugué. Siete días más tarde, botines puestos, medias levantadas como buen rústico que soy, mientras busco las llaves pim, granizo. Del tamaño de pelotas de tenis. Lo recuerdo perfectamente, eran las 7:52 y el picadito empezaba a las 8.

Partido suspendido, otra vez no jugué.

No jugué y encima el granizo me hizo percha los dos parabrisas, el techo, baúl y capot del auto. A este punto ya era una situación del tipo "pero la concha de tu hermana", próxima a transformarse en una del tipo "se van todos a la puta que los parió". Iban 14 días, estaba rozando el límite que un adolescente puede soportar sin acariciar una pelota. Al menos eso creí hasta hoy, día 21. Mi cuerpo no responde como debería y creo que estoy empezando a somatizar. Hoy la historia fue diferente, por un problema técnico, un malentendido, un pésimo malentendido, no me contaron para el fulbito y casi rompo todo a patadas. Me cago en el forro que inventó la salsa golf y los putos malentendidos. Si para el lunes próximo no vuelvo a escribir, tengan la certeza de que se suspendió el partido.

Chau, me voy a comer una casuela de mierda con lentejas de mierda. Estoy re caliente.