Gorditas macanudas.

Pobres gordas. La verdad que se llevan la peor parte. "Encima de gorda, me roba", me dijo un amigo refiriéndose a una mina que le cobraba precios usurarios por unas telas. No lo culpo, a nadie le gusta que le vean la cara, pero lo curioso acá es el calificativo. La condición de gorda es algo que potencia la violencia en cada uno de nosotros. Si tenés que mandar a la concha de su madre a una persona y es gorda, mejor. Por qué? No se, tal vez es que estamos condicionados y hablamos de la gordura como algo peyorativo, o tal vez es simplemente culpa de la "R" que queda tan bien en un insulto.

Horrible.

Por suerte para la gorda de arriba, existen otras variables sobre las cuales se puede influir sin recurrir al bisturí y que también forman parte de todo aquello que un hombre encuentra deseable en el sexo opuesto. Concientes de esto y al encontrarse , paradójicamente, disminuídas por su condición física, algunas gorditas desarrollan la simpatía, la amabilidad, la pulcritud y el buen manejo de las herramientas depilatorias. De esta manera logran compensar esos kilitos de más y sobrellevar de forma efectiva las adversidades que les presenta este frívolo planeta lleno de tetas siliconadas.

Me saco el sombrero ante las gordis y grito a viva voz "vaaaamo' gorda!", bien por las que, lejos de deprimirse, le buscan la vuelta de tuerca al asunto y encuentran en ello la felicidad y una pareja que les de bomba toda la noche. Bien por aquellas que entienden que para seducir de nada sirve un cuerpo delgado si no tenés onda -de nada sirve un deportivo si no sabés pasar los cambios-. Y esto se lo digo a las que están bien buenas, fíjense si están haciendo las cosas bien, no sea que por tener buenos genes descuiden lo que realmente importa. Porque a la hora de los bifes, poco importa lo buena que estés si lo único que sabés hacer es el muertito, para eso me regalaron un perro.