jueves, 3 de noviembre de 2011

Si nos espera el olvido, tratemos de no merecerlo

Hace veinte minutos que tengo abierta la pantalla del explorador con todo listo para Responder, tal cual indica el botón de Gmail. Puedo escribir todo lo que quiera, porque soy de los que piensan que escribir hace bien. Sin embargo no se qué tan adecuado resulte hacer uso de ese otro botón que está un poco más abajo con la leyenda Enviar. Una vez que algo se envía ya no te pertenece. Viaja de acá hasta allá y ahí se queda. Una carta no es como un monólogo, en este último uno dirige las palabras y los silencios, los puntos y las comas como un director de orquesta hace con sus músicos. Los sentimientos de quien escucha bailan al ritmo que el disertante impone mientras duran las palabras. Sin embargo, una vez recitado, muere, y deja tras de sí aquello que tuvo la suerte de impregnarse en quien lo ha recibido. Eso que no logró arraigarse, cae y se marchita con el tiempo.

Por otra parte, cuando uno escribe tiene que tener mucho cuidado con las palabras, porque cuando éstas se sucedan una tras otra como en una reacción en cadena obra de la voz de quien las recita, uno no estará allí para asegurarse que todo se interprete como uno quiso. Las palabras son las mismas, pero el mensaje puede ser sustancialmente diferente. No solo eso, sino que una carta viaja y se queda allí para siempre y puede ser consultada y releída tantas veces como uno quiera. Esa carta tal vez sea objeto de estudio y de análisis por parte del lector quien, en un intento desesperado por sacar más información de ella, incluso tal vez se consulte a otra persona en busca de una segunda opinión. Por eso uno tiene que ser cuidadoso con lo que escribe, porque es probable que sufra un análisis demasiado profundo y es necesario estar a la altura de las circunstancias si no se quiere dar cabida a un posible mal entendido.

Sin embargo, no es esa mi preocupación más importante a la hora de escribir, sino es algo que más poderoso. Es esa capacidad que tienen las palabras de despertar emociones, sensaciones y sentimientos en quien se deja seducir por ellas. Estos sentimientos no siempre son buenos y deseados, de esos que a uno le gusta sentir, sino pueden estar más bien del otro lado de la raya que divide el disfrute del sufrimiento aún para el más masoquista de los lectores. Cuando uno lee, esas emociones reviven y uno siente a flor de piel. Cuando uno escribe algo que le hace mal a quien lo lee, tiene que ser consciente de que esas emociones van a estar ahí, siempre; disponibles para ser sentidas y sufridas cada vez que el lector lo desee. Basta con desempolvar la carta y darle una leída.

Algunos creen que lo que se olvida, muere. Puedo decir que me considero uno de ellos, por eso es importante que antes de olvidar, aprendamos. Las cartas nos dan una segunda oportunidad para aprender. Para los tercos como yo, una segunda oportunidad es como un examen mal corregido, uno nunca espera que ocurra pero la posibilidad siempre está y es por demás bienvenida.

Otros creen que olvidar es bueno, pues nunca se recuerda lo sucedido tal cual fue. Puede ser que así sea, pero no creo que ello sea un impedimento para nada ni mucho menos una razón para olvidar. Estoy convencido de que aquél recuerdo es todavía más valioso que el suceso en sí pues está condicionado por nuestra subjetividad. Cosas nos pueden pasar a todos por igual, pero hay tantos recuerdos distintos como personas, porque éstos están moldeados por las emociones que sentimos en aquél entonces y, con un poco de atención, podemos aprender no solo de lo ocurrido sino de nosotros mismos, sobre como sentimos, como reaccionamos, qué nos importa y qué nos resulta efímero, pues son esas emociones las responsables de la distorsión de los recuerdos y solo conociendo nuestra subjetividad podremos ser más sinceros con nosotros mismos.

Una frase que me encantó fue "Si nos espera el olvido, tratemos de no merecerlo". Me parece cierta y linda en todos sus ángulos. Sin embargo voy a desobedecerla, tengo mis buenas razones para eso. Hay veces en las que hacer más es realmente hacer menos. Uno no recuerda lo intrascendente y no se interesa en algo si no se planteó la interrogante. Si el olvido se va a entrometer en esto no voy a ser yo quien lo invite, pero prefiero arriesgarme a que lo vivido se difume en el pasado a pecar de intrascendente. Si estás leyendo esto, entonces hice bien en no enviarte nada.

7 comentarios:

  1. Impecable. He estado mas de una vez en esa disyuntiva, algunas veces conteste, otras no... ahora siempre contesto, pero mas que medir las palabras, trato de no contestar enojado. El enojo siempre la caga, cuando contesto en frio, no me hago cargo de las mal interpretaciones.

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  2. a veces creo que me quiero casar con vos

    lo dije

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  3. UOaohUaHHH! Ahora quiero saber más...

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  4. Sir Anónimo Wallace: Veo que uno, dos comentarios no fueron suficientes para saciar sus ansias de expresión y me parece perfecto que haya optado por un tercer comentario. Lo del casamiento me parece un poco apresurado, sin embargo no descarto posibilidades. Mándeme un CV (actualizado) con foto y vemos qué podemos hacer por usted.

    Atte.,

    La redacción


    Ah qué, eran 3 anónimos diferentes? No se, para mi es uno solo

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  5. De acuerdo totalmente. Una carta es una cajita de emociones que nos espera para llenarnos cuando la leemos. Y las palabras se las lleva el viento, pero lo que se escribe queda. Y queda al lector interpretar lo que realmente se quiso trasmitir. Si no vale la pena decir algo, mejor callar! O soltar el lápiz mejor dicho .... bueno, alejarse del teclado hoy en día ... en del iPad, lo que sea.

    Era Onetti que decía: "Las únicas palabras que merecen existir son aquellas mejores que el silencio" ...

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  6. Los Hombres Sensibles de Flores sede La Lucila?
    En mi opinión, hiciste bien.
    No sólo hay que tener en cuenta la reacción del otro y no provocar un malestar innecesario, sino también la respuesta que puedas obtener a partir de eso(lo cual no veo que estés considerando, al menos en este texto).
    Por eso, creo hay que tener muchos "cojones" para apretar enviar.

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  7. Sir Ignacio Wallace: Bueno, creo que ya sabés que estoy de acuerdo con vos, gracias por tomarte el tiempo de comentar!

    Sir Anónimo Wallace: Otra vez usted por acá, anónimo? Uno, dos, tres y hasta cuatro comentarios! Estoy comenzando a dudar de que sea usted la misma persona, pero es que si firma con el mismo nombre, es decir ninguno, entonces debe ser el mismo... sí sí, deber ser así.

    No considero la respuesta porque eso es algo propio de quién lo lee y se reserva el derecho de escribir lo que quiera. Si yo escribiera pensando en la respuesta, entonces estaría condicionando mi opinión y ya no sería expresar mis pensamientos sino tratando de lograr un resultado en particular. Las acciones que tome el lector son cosa de él, yo solo quiero que el mensaje llegue tal cual lo pienso. No estoy jugando al ajedrez.

    Atte.,

    La redacción

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